Por Jorge Oriola *
Extrañas elecciones las argentinas en octubre de 2013. Todos
han manifestado algún grado de éxito, todos se han sentido ganadores y así lo
han expresado. Bueno, no todos, ya que algunos candidatos quedaron con sus
expectativas y dichos sepultados por una avalancha de votos que fueron para
otros. Pero en general, los principales partidos han desconocido derrotas y
expusieron con alegrías, algunas más disimuladas, ante la TV y la prensa en general. Esto
no es nuevo ni raro, aunque para muchos suene extraño. Detrás de los intereses
y lo que se viene, y esa necesidad de no mostrarse derrotados en forma abierta,
la realidad puede leerse desde varias perspectivas.
Es indudable que los medios corporativos, antes de la declaración
de constitucionalidad de la Ley
de Medios, tema excluyente que merece otro análisis, levantaron al intendente
de Tigre más que a otros, antes y después de las urnas, y más allá de méritos
propios y alianzas, ganando votos propios y extraños, Massa fue el gran ganador
de la provincia de Buenos Aires. Tanto que ya comenzó a configurar una
precandidatura a presidente en 2015, pensando hasta hoy en la gran ayuda de la
corporación Clarín. Le quitó votos a De Narváez, a kirchneristas decepcionados
y gente de centro; recibió apoyos de duhaldistas clásicos y aparatos sindicales
del peronismo de derecha, vecinos de su zona, gente de clases medias
acomodadas. Otro tanto ocurrió con Macri, ganador absoluto de un distrito cuyo
historial de vencer al peronismo es de larga data. Y apenas abrieron las urnas
lanzaba en forma osada y directa su candidatura presidencial a 2015. Sin
embargo, ni unos ni otros aumentaron notoriamente sus representantes en el
Congreso, ya el martes disputaban bancas post alianza precaria, no tienen (aún)
asentamientos firmes en otras provincias, salvo excepciones, y lo más
interesante, si hoy sumamos sus votos en el país el total apenas roza el 20%
del electorado nacional.
En el caso de los radicales y aliados socialistas, el
triunfo de Cobos y Binner por un 45% de votos y los segundos puestos de la
alianza en la CABA
disimularon la pobre elección en provincia de Buenos Aires y opacaron algunos
semi-éxitos en otros distritos. No obstante los radicales, con aliados,
configuran una segunda fuerza nacional, hoy con esos dos nuevos diputados
capaces de encaramarse a candidaturas presidencias. Sin embargo, representan
poco más del 20 % del electorado nacional, al menos hoy.
La izquierda antiK tuvo buenos resultados en algunas
provincias, y es merecedor de mejores análisis político-sociales ya que el
troskismo obtuvo importantes votaciones en provincias generalmente
conservadoras como Mendoza y Salta; algo similar, visto en proceso histórico de
larga duración, en provincia de Buenos Aires aunque en la CABA no ingresaba el
histórico dirigente y reiterado candidato Jorge Altamira. Sin embargo, de 254
diputaciones en la cámara, sólo 3 serían del sector de izquierda troskista.
Mucho triunfalismo merecido, acorde con el trabajo realizado, pero ínfima cantidad
de bancas que serán, seguramente, un foco de resonancia de protestas y reclamos
coherentes con la tradición partidaria.
El oficialismo perdió en provincia de Buenos Aires, por
muchos puntos y quedó segundo; perdió en Córdoba y en la CABA quedando tercero en amos
distritos, incluyendo la pérdida de una banca en el senado; perdió y salió
tercero (detrás del humorista pro ex Midachi) en Santa Fé; perdió dos
diputaciones en Chubut y no pudo ganar en otros distritos como Mendoza y
Neuquén. Sin embargo, como eran elecciones legislativas, los triunfos en otras
provincias le han permitido sumar diputados y senadores, aumentó apenas lo que
ya tenía y queda con el control que le da ser primera minoría y además con
quorum propio. Y como si esto fuera poco, mejorando sus resultados en la PASO, llegó al 32% del
lectorado nacional. Y sin la presidenta haciendo campaña. Como para no festejar
mientras medios y periodistas estrella insisten en la dura derrota oficial.
Es decir, en cada resultado se pueden leer derrotas y
triunfos, según las perspectivas. No obstante ser escenarios muy distintos las
elecciones legislativas y las presidenciales, que falta mucho para 2015 y la Historia siempre depara
sorpresas, que los procesos sociales y económicos son complejos y que el
gobierno ha demostrado rehacerse de derrotas parciales, la realidad numérica
hoy marca que el electorado nacional, en general, mirado muy globalmente, se
volcó hacia tres grandes bloques políticos. Si en un trabajo de ciencia ficción
equiparásemos esos resultados a una aproximación tentativa de 2015, los
guarismos serían un 32% para el FpV y sus aliados, un 22% para radicales y
socialistas y aliados, un 20% para una centro-derecha casi neoliberal y casi
peronista. El tiempo pasará y los
procesos seguirán y no es correcto hacer futurología, sólo escenarios
hipotéticos.
* Historiador
– Esquel
Nota relacionada: La Corte Suprema declaró la constitucionalidad de la ley de medios
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