Por Gabriel Carrizo *
Fuente: La Posta
Comodorense / Patagonia desde el Borde
Producto del conflicto docente que acontece en nuestra
ciudad, ésta bien podría ser una pregunta de los comodorenses. Sobre todo de
aquel sector que descalifica la protesta con argumentos del tipo: “trabajan 4
horas”, “tienen 3 meses de vacaciones” o “se la pasan tomando licencia”. En
algunos casos, las frases provienen de quienes lo más cerca que han estado de una
institución educativa ha sido cuando dejan a sus hijos en la puerta de entrada
a la escuela.
Entonces, ¿cuál es la razón que hace que las / los docentes
estén más de 60 días fuera del aula, adhiriendo a una variedad de formas de
visibilización de la protesta y dejando vacía la silla de la conciliación
obligatoria? ¿Es producto del “maquiavélico”, “irracional” e “irresponsable”
liderazgo de Carlos Magno? Por supuesto que no. Quien haya asistido a alguna
asamblea docente podrá comprobar que hasta el mismo Magno debe someterse a la
voluntad de los mandatos de sus pares. De allí que creemos que hay razones más
profundas que permiten comprender que no es solamente un aumento del salario lo
que podría aplacar el malestar docente, las cuales se vinculan directamente con
la profunda insatisfacción con las condiciones de trabajo. Condiciones
escasamente conocidas dada la percepción (errada) acerca de ser una actividad
laboral “sin riesgos”, lo cual ha implicado que se invisibilicen los factores
que generan malestar y sufrimiento.
Dicha insatisfacción se agiganta toda vez que los maestros
son víctimas de un “doble discurso”, esto es, la contradicción entre el alto
valor asignado a la educación y a los docentes (en abstracto en los discursos
oficiales y programas políticos), y las formas concretas de abandono de las
escuelas, la precarización laboral, y el deterioro del valor adquisitivo del
salario docente. De allí que desde la década del ’90 los maestros se vieron
obligados a hacer visibles sus demandas: por mejores condiciones salariales y
laborales, por mayor presupuesto educativo, por la implementación de incentivos
o estímulos económicos para el sector, por mejoras en los estatutos docentes y
las normas que regulan el trabajo en las instituciones educativas, y por
capacitación y perfeccionamiento profesional.
La sociología crítica del neoliberalismo pedagógico ha
acuñado la categoría de “fragmentación educativa” para dar cuenta del
agravamiento de la división social que produce el sistema educativo. Esta
fragmentación de las condiciones de enseñanza / aprendizaje hacen cada vez más
difícil la construcción de una experiencia educativa común. Ante este legado
del menemismo, el docente debe asumir cotidianamente el desafío “freiriano” de
transformar la realidad de sus alumnos. Pero lo hace experimentando una
enajenación del trabajo que le genera pérdida del placer y una intensa
frustración. En definitiva, lo hace con sus propias circunstancias: siendo
“profesor taxi” que atiende a diversas instituciones y cursos, sufriendo la
ausencia de apoyo a la actividad de enseñar, sintiéndose transmisor de un saber
cuya relevancia está en discusión dadas las características de la cultura
contemporánea, experimentando una multiplicación de horas frente a cursos,
padeciendo diversas patologías laborales (tales como disfonías, enfermedades
cardiovasculares, trastornos músculo – esqueléticos, depresión, estrés,
agotamiento emocional) y asumiendo resignadamente la soledad del trabajo.
Precisamente es ese docente solitario que afronta el “pasivo
social” en el aula el que por estos días ha salido a cortar las rutas, ha
asistido a debatir en las asambleas, ha caminado en las marchas. Espacios donde
se ha materializado “lo colectivo”, abriendo la posibilidad de resistir y
modificar (al menos en parte) la cotidianeidad laboral. Porque en Comodoro
Rivadavia la pretendida ruptura con los ’90 no ha llegado a las aulas, y menos
a modificar la precarización laboral docente. Por lo tanto, no alcanza con la
propuesta ministerial de un plus por material didáctico, la titularización
docente o un nuevo diseño curricular. Menos con un bono de mil pesos.
Además el actual conflicto en Comodoro Rivadavia adquiere
características particulares: los docentes ven alicaídos sus salarios en el
marco de un “festival de consumo” propio de la industria petrolera, una
Regional sindical que representa a docentes en los cuales la identidad asociada
al viejo discurso normalista (esto es, el docente como “apóstol” o “segunda
mamá”) está cada vez más erosionada, y las erráticas acciones de los sucesivos
gobiernos provinciales. En el caso de estos últimos, todos hablaron de la
importancia de la educación pública, todos manifestaron querer defenderla, pero
nadie hace lo necesario por mejorarla. Porque si la educación pública es una
prioridad, también deberían serlo aquellos que con su trabajo la sostienen.
* Profesor del Seminario “De la Carpa Blanca a Carlos
Fuentealba. Precarización laboral, protesta y sindicalismo docente en la Argentina
contemporánea”, UNPA / UNPSJB. DNI 23439107
Nota
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