Por Javier Rodríguez Pardo *
Promediaba marzo de 2003. La
ciudad de Esquel, “el abrojal” a los pies de la cordillera andina, se hallaba a
punto de pasar a la historia expulsando a una de las primeras transnacionales
mineras del oro patagónico. En eso estábamos cuando recibimos la noticia de una
orden judicial que obligaba a una familia mapuche a abandonar sus tierras
ancestrales. Entre relatos cruzados por emociones dispares, familiares de los
mapuches damnificados nos pidieron ayuda y decidimos partir hacia las tierras
de la comunidad Vuelta del Río, donde una de las viviendas había sido derribada
con saña y violencia extrema. Contamos y filmamos lo que vimos y no quedó medio
de difusión de la Patagonia
austral que no recogiera el informe. La
descripción pormenorizada del suceso obligó al Superior Tribunal de Justicia de
la provincia de Chubut a destituir al juez que había impartido la orden de
desalojo, sin duda por la descabellada forma de llevarla a cabo. Recuerdo el
momento y las preguntas del juez, quien tenía a la vista varios ejemplares de los medios periodísticos que habían
publicado mis notas. Las podemos resumir
así:
Llegar a Vuelta del Río no es
difícil pero requiere cierta paciencia para subir. Esa tarde nos avisaron del
desalojo de una de las veinticinco familias mapuche que habitan las tierras de
esa comunidad. La marcha de las seis mil personas contra la mina de oro del
Cordón Esquel se detiene unos minutos frente a los tribunales de esa ciudad.
Parte de los manifestantes son organizaciones mapuches que resuelven tomar las
instalaciones del vestíbulo principal y pasar la noche hasta que la justicia
atienda los reclamos de uno de los pueblos indígenas más castigados,
brutalmente atropellado en su propio territorio. A la mañana siguiente
abandonaron los tribunales con la promesa de que la justicia habría de rever el
desalojo en el término de diez días.
Con José Luis Pope, responsable
del programa de televisión Protagonista que se difundía semanalmente por Canal
7 de Chubut, salimos hacia Vuelta del Río. Después de 90 minutos de auto desde
la ciudad de Esquel hasta el puesto sanitario camino a El Maitén cruzamos a pie
las nacientes del Río Chubut para llegar dos horas después a El Galpón.
El jefe de la familia desalojada,
Don Mauricio Fermín bajó con cinco caballos que nos trasladarían hasta la
comunidad, tarea que quiso hacer personalmente. Callado, siempre en silencio,
la mirada de este abuelo mapuche que no le afloja al trabajo de campo mientras
haya luz, me dejó mal. Sabíamos cuál había sido el desenlace de lo ocurrido en
las tierras mapuche-tehuelche de Vuelta del Río y la mirada de aquel hombre
reflejaba desazón, angustia. Su sobrino
contaba que después del desalojo frustrado Don Fermín no era el mismo. Y es
cierto, mantiene durante el trayecto un permanente silencio aunque muy atento a
lo que se dice. El respeto que le profesa el resto de las familias de la
colonia no me sorprendió: Don Fermín no responde a los agravios, no es violento
y no contestó los empujones ni la prepotencia policial. Su vida consiste en
criar cabras (posee medio millar), una docena de terneros y algunas vacas, unas
cuarenta ovejas, además de suficientes caballos para moverse en el campo y los
bueyes que hacen el trabajo fuerte. Semejante labor en las alturas de ese
territorio es por si misma, una hazaña.
Se puso al frente e iniciamos la
marcha de dos horas a caballo a través de riscales escarpados con partes que,
debo admitir, me cortaban el aliento. Nos habían contado que la parte del
desfiladero era la más difícil y ahora, transitándola, lo compruebo y reconozco
mi susto. El sendero es inclinado hacia un precipicio de ignoto final, con base
de piedra laja suelta y tan estrecho que no se cómo hacen estos cuadrúpedos
para colocar dos de sus cuatro patas. Así que aflojé las riendas lo más que
puede y dejé que el animal hiciera su trabajo, exclamando: "hágase tu
voluntad amigo y no la mía", y me entregué, provocando la risa de doña
Segunda y de Inés, la cuñada y la sobrina de don Fermín, que nos acompañaban.
Hay que ver cómo se mueve esta mujer de setenta y tantos años, arrimando el
caballo a una roca para saltar sobre él con particular estilo; es una verdadera
institución entre las familias. Al avanzar entre las altas paredes de la
montaña sólo se escucha el eco que los cascos provocan sobre esa laja
esparcida, a pura fila india, como en una película del oeste americano. Me molesta la comparación, pero la hice.
Después de dos horas a caballo
llegamos a la colonia. Nos esperaba gran parte de la comunidad mapuche. La
primera que se acerca es doña Carmen Jones algunos años más joven que don
Fermín. Alrededor de un fogón próximo a un viejo árbol y debajo de unas chapas,
se mantenía caliente otro costillar de capón.
Pero nuestro ánimo era otro.
Conocíamos la historia; ahora éramos parte. La humilde vivienda de bloques de
adobe y techo de chapa era una danza de escombros. Veintidós policías de las
comisarías de El Maitén y Cushamen aparecieron por sorpresa tres días antes, le
colocaron el yugo al buey más manso de Don Fermín y soga mediante que
envolvieron alrededor de la casa la derribaron de golpe con todos los enseres
adentro. Las pocas paredes que aguantaron cayeron a puntapiés de las botas
policiales, mientras José Vicente El Khazen, el hombre que reclama esas
tierras, daba órdenes e instrucciones. Por algunos sitios asoman partes de la
cocina, cosas de labranza, colchones y camas quebradas, el telar de doña Carmen
y una muñeca descabezada de una de sus hijas. Más allá la huerta pisoteada con
inexplicable saña, los corrales abiertos y los cables cortados donde momentos
antes estaban las ovejas y las cabras que los forajidos de la ley intentaron
arrear con ánimo de llevarse algunas. La
cámara de mi amigo José Luis Pope recorría con dedicación minuciosa ese cuadro
espantoso de intolerancia, despojo y fraudes legales como paso a contar:
La familia de Don Mauricio Fermín
y de doña Uberlinda Jones (Carmen) es uno de los veinticinco grupos familiares
que habitan la
Comunidad Mapuche-Tehuelche "Vuelta del Río". La
familia de Don Fermín la integran diez personas en la reserva mapuche Cushamen.
El despojo violento y criminal fue ordenado por el juez de instrucción de
Esquel José Colabelli, según expediente Nº 2061/00, Mauricio Fermín sobre
denuncia de El Khazen, de la localidad de El Maitén.
La comunidad mapuche Vuelta Del
Rio tiene personería jurídica otorgada por la Nación y por la Provincia del Chubut.
Las tierras son reserva de estos pueblos originarios de la Patagonia. Pero
por lo visto eso no alcanza, como tampoco los papeles que andan por los
archivos históricos donde el general magnicida Julio Argentino Roca les dio 50
leguas en esa región, seguramente harto ya de matanzas.
Un juez da lugar a un reclamo de
quien fue acumulando tierras a la vieja usanza de canjear cosas, espejos e
ilusiones pasajeras como viene ocurriendo desde hace 500 años.
Personalmente creo que las tierras
que reclama José Vicente El Khazen son ricas en metales, en piedras preciosas y
semipreciosas, conforme a ciertas opiniones de geólogos. Supe también que la
esposa del juez Colabelli tiene registrada una mina a su nombre en la zona de
Cushamen. El vínculo de Colabelli con la minería lo descubrimos por casualidad.
Dios quiso que mientras repasaba la lista de emprendimientos mineros de la
provincia ante un periodista, un ingeniero amigo leyó de reojo el nombre de
Gladys Carla Rossi advirtiéndome que es la esposa del juez Colabelli. El resto
está claro. El expediente Nº 13399, en carácter de manifestación en la Dirección de Minas de
Chubut, data de 1999 y registra una mina de cuarzo con el nombre de Carla I. No
está en las tierras de don Fermín sino más hacia Piedra Parada, también en el
departamento de Cushamen.
No podemos evitar la superposición
de estos hechos. Un juez que tiene inclinación por la minería, que el domingo
23 de marzo en el plebiscito en torno a la mina de oro El Cordón Esquel, votó a
favor del emprendimiento en oposición al 80 % de un pueblo que rechazó la
minería, que intenta expulsar a la Comunidad Mapuche de Vuelta del Río escondiendo
otros motivos de El Khazen y tal vez propios, no puede menos que permitirme la
sospecha de quien es juez y parte.
Así que aún emocionado, recuerdo
el abrazo de Don Fermín y mi juramento de que nada de esto quedaría impune. De
igual modo ante Rogelio, su hijo de 18 años y de los treinta mapuches
solidarizados con la familia, presentes durante nuestra visita, a la vez que
iniciaban la construcción de una nueva
vivienda. Me consta que no están solos porque la decisión de toda la identidad
indígena es muy clara: "de aquí nos sacan muertos". No será la
primera vez que se tiña de rojo el suelo patagónico con lo mejor y más
auténtico de sus pueblos: el alma.
Concluía de ese modo una de las
notas que formaron parte de nuestro testimonio y que influyeron en la
destitución de José Oscar Colabelli como juez. Fueron publicadas por los medios
de prensa de Trelew y Comodoro Rivadavia, y durante esa mañana no hubo programa
de radio que no leyera la desventurada odisea de la comunidad mapuche. Sin
embargo, decisiones políticas intervinieron años después y el 27 de diciembre
de 2010, Colabelli fue restituido como juez penal de Esquel por el Superior
Tribunal de Justicia del Chubut, declarando nula la sentencia que lo había
relevado. Gustavo Macayo, abogado de la familia Fermín sostuvo que “hubo una decisión política” porque los
argumentos de la apelación presentada eran viables y “sólidamente fundados en
Derecho.”
En el juicio llevado a cabo en El
Maitén, los días 6, 7 y 8 del corriente, ratificamos aquella exposición, ahora
como testigos en la causa contra el comisario César Ricardo Brandt, quien estuvo al frente del operativo policial
que destruyó todas las mejoras y bienes de la familia Fermín en marzo de 2003.
No perdemos la esperanza de que muy pronto se haga definitiva justicia con esta
familia y con todas las comunidades mapuche que viven la amenaza de desalojos y
la violencia de un sistema responsable de crímenes de lesa humanidad. Porque de
eso se trata, sin eufemismo alguno.
Recuerdo haberle dicho al juez que
mis notas en los diarios no recogían totalmente lo que alcanzamos a ver en
Vuelta del Río tras el paso de la horda policial que arrasó con toda la
vivienda y enseres de la familia; que las crónicas que estaban ahí, en la mesa
de su despacho eran incompletas. Me pide -manifestando sorpresa- que cuente “lo
que considero que hay que agregar a la descripción apuntada”. Respondí que una
cosa es observar y contar literalmente el daño que aparece a simple vista y
otra es la suma de imágenes que incita respuestas reflexivas, de profundo
dolor, por ejemplo, observar la huerta de doña Carmen aplastada por los cascos
de los caballos de la policía. Es decir, la tropa policial se ensañó
repetidamente con el campo sembrado destruyendo cultivos y hortalizas que se
estaban por recoger, lo que permite definir la mente retorcida, siniestra, de
quien dio la orden. Resalté que en las
alturas de pre cordillera patagónica, las heladas y nevadas son frecuentes anunciando el invierno, el
frío en la Patagonía
siempre se vive anticipadamente, y estos
alimentos son el oro más preciado de pobladores que hacen verdadera historia -y
país- en esos lugares. Si a esto le agregamos que parte de la soldadesca que
intervino pretendía arrear con algunas cabras, estoy hablando de facinerosos,
no de policías.
* Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH), Red Nacional de Acción
Ecologista (RENACE), Unión de Asambleas Ciudadanas
(UAC).
Nota relacionada: Juicio a Brandt: finalizó el debate oral y público en proceso penal contra el comisario de Esquel
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