Por Rubén Capitanio *
No se puede callar ante el escándalo
Soy un sacerdote católico en Neuquén. Como tal y por
exigencia ineludible de nuestra fe católica debo siempre defender de la vida la
verdad y la justicia.
Por eso, una vez más, siento el deber en conciencia de –como
mandan los Documentos de la
Iglesia- denunciar y condenar los crímenes cometidos por la
dictadura criminal, “mucho más cuando los gobiernos que los cometen se dicen
cristianos” ( Doc.de la
Iglesia. 1979 en Puebla).
Ante las conocidas afirmaciones de mi hermano sacerdote,
Jorge Luis Hidalgo de la
Iglesia de La
Pampa, no quiero ni debo guardar silencio.
1) Reconozco que uno puede ser amigo o admirador de quién
quiera, pero nunca -sobre todo un sacerdote- traicionar con su conducta lo que
debe saber, practicar y enseñar; y mucho menos hacer apología de delitos
exhaustivamente comprobados, juzgados y condenados. Es de una incoherencia
escandalosa decirse amigo de Jesús y a la vez proclamarse admirador y defensor
de Judas.
2) Siento la dolorosa obligación de afirmar que el P.
Hidalgo se ha expresado en contra de elementales principios de nuestra fe
católica y de la Doctrina
de la Iglesia. Esta
actitud, mientras no haya rectificación, lo descalifica para ejercer el
servicio sacerdotal.
3) Si afirma que “ no fueron 30.000 y no eran inocentes”
seguramente tendrá pruebas de estos dichos, y entonces tiene la obligación de
presentarlas a la Justicia
en el Tribunal que corresponda. De todas maneras, espero que la Justicia de La Pampa ya habrá iniciado las
obligadas acciones correspondientes al respecto.
4) Me duele profundamente el silencio del Padre Obispo Mario
Poli de esa Iglesia Pampeana y de su Comunidad eclesial.
Un silencio que como Iglesia venimos arrastrando como
desgraciada infidelidad a Dios y a nuestro pueblo desde hace décadas, una
infidelidad que nos impide tener una palabra creíble para nuestra sociedad,
porque nos hace cómplices de una prolongada impunidad escandalosa
¿Quién podrá creernos si somos rápidos en hablar
refiriéndonos a palabras o acciones de otros, pero nos escondemos en silencios
cómplices cuando de nosotros se trata?
La Iglesia
no puede elegir nunca el silencio cuando su deber es hablar.
5) Que el pueblo de La Pampa nos perdone. Que las víctimas de la
dictadura, sus familiares y amigos, no tengan en cuenta esta nueva gravísima
ofensa de alguien de nuestra Iglesia para con ellos, y quieran recordar que no
somos pocos los que desde la misma Iglesia estamos en contra de estas
afirmaciones, conductas o silencios cómplices de nuestra Institución.
A los hermanos y hermanas en la fe. Que unamos nuestros
corazones para pedirle a nuestro Padre Dios que perdone a este hermano
sacerdote, que nos perdone por ser todavía Iglesia que calla cuando debe
hablar, y que cada uno de nosotros no nos limitemos a sentir vergüenza y
comentar el desacuerdo: que de todas las maneras posibles nos acerquemos a los
agraviados más directamente y les pidamos perdón en nombre de toda la Iglesia.
A mi hermano sacerdote Jorge Luis Hidalgo, te ruego me
perdones si te hago sufrir, pero ruego para que tengas la necesaria decisión de
volver a elegir la Vida
de todos y para todos, que te conviertas más al Evangelio de Jesús y que te
sometas a la Justicia
no sólo de Dios sino también de los hombres, para que triunfe la verdad, brille
la justicia, y entonces pueda florecer la paz.
* Neuquén, 15 de agosto de 2012.-
Sacerdote católico
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