domingo, julio 22, 2012

“Carta de un ciudadano que trabaja en Policía II. Crítica a la crítica social”, Luis Beovidez


Por Luis Beovidez *
  
Soy uno de los cuatro empleados que fueron desalojados sin orden judicial por aproximadamente cuarenta efectivos en casa de gobierno en Rawson, jamás en mi vida me sentí tan peligroso. Después de un razonable tiempo esperando esperanzado algún gesto solidario considerable, y no solo la palmadita en la espalda o el “llamé a DDHH”, cuando éste organismo no tiene ojos ni oídos ante nuestros reclamos, creo conveniente y oportuno hacer esta invitación ante los hechos que se vienen sucediendo desde hace un tiempo a la misma sociedad. Digamos que la problemática de la  inseguridad es un tema perpetuo, pero lo que vino a irrumpir con fuerza es el tema de la institución policial que, como una caja de Pandora está mostrando las falacias mientras, y de forma paralela en el imaginario colectivo se muestra, como siempre, como el instrumento balsámico para contener los miedos de las capas medias, pero, y a raíz de la carta del lector publicada en el diario “El Chubut” del día 09/07/12 de la Sra Graciela Moreyra, más lo que está ocurriendo en Santa Cruz, exhiben a la difusión pública uno entre tantos muchos casos en que los males de la institución es encapricharse con sus propios empleados; sin más defensa de parte del empleado que la adulación servil, la constricción irrestricta de la crítica (herejía imperdonable dentro de una institución con notables letrados) subsumiendo a todos sus integrantes en una fuerte identificación existencial y simbólica hasta el extremo que lo referente a lo laboral, como derecho de trabajador, no existe.

La ausencia de una crítica en el ambiente me parece preocupante ante los hechos; la realización de marchas contra la inseguridad y la violencia institucional y policial se me ocurre que tiene más una función propagandística pero que solo se queda ahí. Una vez finalizada la marcha la expiación ya cumplió con su labor social para quedarse en el lugar opuesto y distanciado del vituperado. Invito a los lectores a reflexionar sobre lo que ocurre en nuestra sociedad, sobre todos a aquellos que se sienten en el lugar de privilegio de la usina de pensamientos para utilizar la crítica como un arma de transformación. Lo viví desde mi carrera académica en la universidad como así también en el trabajo de policía. Para algunos sos un botón y para los otros sos un zurdo, por lo tanto no estás exento de miradas de desconfianza. Caer en las simplificaciones dicotómicas y reduccionistas es un engranaje esencial, producto de la teoría de los dos demonios para que el status quo continué sin modificaciones estructurales.

No pretendo quedarme estancado solo en el estéril sintagma de “la crítica constructiva”, sino derivarlo en una especie de puente que sea capaz de entrometerse en la práctica real de los acontecimientos desde una manera transversal y comprometida, de “ensuciarse en el barro”, mediante aunque, no más ni menos que la opinión (la palabra). Y precisamente es ese el caldo de cultivo donde se vomita una cantidad inconmensurable de variadas críticas. Cuando utilizo el concepto de “opiniones” no lo hago de forma azarosa sino que está asociado a esa idea de formular juicios a una multiplicidad de apariencias (doxa). El tema de la inseguridad está instalado, es preocupante ya que nos involucra a todos y cada uno de nosotros. Por lo tanto para no estar atado a una crítica que solo te invita a opinar porque la realidad lo demanda, paso ahora YO a ser el demandante: un demandante a la crítica misma. Es tácitamente conocido en la opinión general que Policía como institución con su fuertísima estructura de autoridad y dominación autónoma no puede justificarse en los tiempos actuales, ya no tiene razón de ser (no con este modelo); y, no me quiero quedar con la improductiva y reduccionista doxa izquierdista (o, mejor dicho de esa izquierda) altisonante y vacía que solo hace lo que yo quiero evitar. La impugnación nunca es un esfuerzo del pensamiento crítico. La intención es subordinar la crítica a esta demanda general en contra de la inseguridad. Así entendida, la crítica como arma es siempre significativa para hacer parir nuevas realidades, nuevos sentidos, nuevas subjetividades, por lo tanto nuevas relaciones sociales. La crítica, implica una ruptura con el orden dado, es desde ese punto en el que podemos salir hacia la praxis, ésta entendida como supuesto de transformación, distanciarse del torrente fáctico, no quedarse en las apariencias.

La emergencia en los reclamos policiales, no solo en materia salarial sino en la legislación interna (Reglamento Interno Policial) es altamente draconiana e inquisidora es el límite mismo de nuestra forma como sociedad de percibir y entender  la realidad. Es en la misma transgresión que irrumpe lo que siempre quiso negarse, en la transgresión se visibiliza lo que hasta ahí era invisibilizado: la emergencia de los reclamos policiales es un autentico reconocimiento como una necesidad de derechos de trabajador para dejar de ser el chivo expiatorio de falencias mucho más profundas y por lo tanto estructurales. La sociedad, tan demandante de seguridad, entonces ¿Pretende una policía democrática, desmilitarizada, humanizada y profesionalizada?

La herencia institucional tan eficaz ha demostrado que el problema de la Institución solo es un problema exclusivamente de policías (la aristocracia) junto al gobierno de turno. Es aquí también donde visibilizamos y ponemos en el límite para transgredir ese modelo que viendo el proceso fáctico solo ha traído muy buenos resultados para pocos pero en desmedro de la mayoría. Desde ahí donde apelo a una crítica más cerca de la episteme que de la doxa, en la conciencia crítica que siempre requiere de una conciencia política; desde ese lugar de la crítica sería productivo discutir.

* DNI 24133899

0 Comentá esta nota:

Publicar un comentario